O bien
Confesión de la Insigne Fraternidad de la muy honrada Rosa-Cruz dirigida a los hombres de ciencia de
Europa, año de 1615
Paz, Tolerancia y Verdad
La Confessio Fraternitatis es el
segundo manifiesto de los rosacruces que es reconocido como tal, saliendo a la
luz justo un año después de la precedente Fama. Como su antecesor escrito, la
Confessio es anónima; pero salió tanto en latín como en alemán. Se ve con
cierta claridad que su pretensión es la Reforma de la Ciencia y del pensamiento
o Filosofía que la sustenta. De algún modo es premonitoria, junto con la Fama,
de la Ilustración del futuro Siglo XVIII.
"En negrita el Texto de la Confessio
traducción de los editores Muñoz Moya y Montraveta, en rojo las indicaciones de
Aralba. Hemos cortado los grandes párrafos para introducir los
comentarios".
Primer Capítulo
Los rumores y revelaciones sobre nuestra hermandad o confraternidad que
han llegado a muchos oídos y cuyo origen se encuentra en la precedente
publicación de la Fama, no deben ser tenidos ni considerados por nadie como
irreflexivos o inventados completamente: menos aún como un fruto que brote de
nuestro antojo.
Se intenta hacer ver a los lectores de la
Confessio que los manifiestos rosacruces no se tratan de alguna broma macabra y
que, por el contrario van muy en serio; pero queremos hacer ver un pequeño
matiz que pudiera pasar desapercibido por la mayoría. Se dice que no deben ser tenidos como inventados
completamente. Luego, algo de invención sí que hay
en los manifiestos rosacruces. Algo que el propio Escritor, ya veremos que se
trata de una persona más que de un colectivo, considera como algo novedoso y
traído a colación por él y no se trata de otra cosa que una nueva forma de
acercarse a la Ciencia, desde un punto de vista desvinculado de la Teología.
Actualmente el mundo está a punto de alcanzar su estado de reposo antes
de caminar con premura hacia un nuevo amanecer una vez acabado su periodo y su
ciclo. Jehová, nuestro Señor, es quien invierte el curso de natura. Él es quien
revela actualmente a los que no prestan atención a ello o que ni siquiera
piensan en aquello cuya búsqueda costaba antes gran trabajo y una labor
infatigable. Él es quien lo ofrece graciosamente a los que manifiestan deseo de
ello, a la vez que también obliga a los refractarios. Desea que los hombres
piadosos se vean aliviados de las fatigas de esta vida humana y libre de las
tempestades provocadas por la inconstancia de la fortuna: que los malvados
aumenten y acumulen su malignidad y los castigos que ella merece.
Se refrenda, de nuevo, tal y como vimos con
anterioridad en la Fama Fraternitatis, que el Autor es un verdadero creyente en
Dios, en Jehová; esto es importante dado que no indica Yahveh, como también
seguiremos viendo que se referirá a oraciones más que a rezos y acompañado de
un espíritu profético sempiterno nos confirma, de forma indeleble, que quien se
dirige a nosotros es un perfecto Cristiano Protestante. Aquí no somos capaces
de observar el más mínimo atisbo gnóstico antiguo dado que Jehová, el Demiurgo
creador del Mundo, para aquellos era un Demonio más que el verdadero Dios. Esto
es así o, quien escribe, conocía perfectamente que Jehová, El Demiurgo no es
ese Gran Presuntuoso del que hablaban los antiguos gnósticos cristianos y sí,
efectivamente, Jehová es el Dios Padre que vive en nosotros, como Adam Kadmón, y no el usurpador que habría terminado
tomando el propio nombre del Creador de los arcontes y elohims.
¿Cómo podríamos nosotros ser sospechosos de herejía, de manejos y de
complots culpables contra la autoridad civil, cuando condenamos los sacrilegios
de los que es objeto nuestro Señor Jesucristo y de los que son culpables tanto
Oriente como Occidente (entendamos Mahoma y el Papa) y cuando presentamos y
dedicamos nuestras oraciones, nuestros misterios y nuestros tesoros, al jefe
supremo del Imperio Romano?
Ha transcurrido todo un año entre la
publicación del primer manifiesto y este segundo. Tiempo más que suficiente
para que su autor pudiera haber sido testigo de los múltiples calificativos que
habrían recibido los supuestos creadores de la Fama; pero él se consideraba un
auténtico cristiano y muy alejado de lo que en aquella época podría ser
considerado como herejía. Se nos vuelve a mencionar a Mahoma y al Papa, como si
no fuese suficiente, como para demostrarnos que él se encontraba subido a otro
Barco, el de la Reforma Protestante y que tanto el Islam como el catolicismo sí
eran vistos por él como terribles herejías contra el verdadero cristianismo
original. Aquí, con seguridad, se refiere a Matías de Habsburgo: Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico.
Nos ha parecido sin embargo bueno y oportuno, por respeto hacia los
hombres de ciencia, completar nuestro resumen formulando en términos mejores
los pasajes demasiado insondables y oscuros de la Fama, y también colmando las
lagunas que determinadas intenciones justificaban. Con ello esperamos ganar la
estima de los hombres de ciencia y acrecentar la adhesión y su consentimiento
al proyecto que acariciamos.
Estudiado con detenimiento podemos comprobar
que se trata de una confirmación de lo anteriormente expuesto y utilizando un
lenguaje quizá más claro y accesible; pero hay dos cosas importantes que
quisiéramos remarcar: Que se trata de un escrito patriótico; es decir, muy
alemán y dirigido, en este caso particular, a los hombres de ciencia de la
época.
Segundo Capítulo
Por lo que respecta a la conversión y enmienda de la filosofía hemos
explicado suficientemente, tanto como hoy es necesario, que el cuerpo dentro de
la dicha filosofía está enfermo por completo y es enteramente deficiente. Más aún: ello no ofrece la menor duda a
nuestros ojos pese a las numerosas afirmaciones que le atribuyen una salud y
una fuerza cuyo origen ignoro. Vive sus últimos momentos. Se aproxima su
partida.
La Mente preclara del expositor es capaz de ver
con claridad que el pensamiento, la filosofía a la que se refiere y en la que
se sustenta la ciencia de su época, no puede ser libre si se encuentra
supeditada a pensamientos expúreos o supersticiones de carácter religioso; es
decir, que dependen del designio de los teólogos y supuestos hombres de Dios,
sus sacerdotes, obispos y cardenales. A eso se refiere con ese modo de pensar
enfermo, esa filosofía enferma y encapsulada a la que el aire de la verdad era
imposible que pudiese liberarla. Subrayo cuyo origen ignoro. Con este pequeño desliz utilizando la primera persona del singular, el escritor de la Confessio, que en todo instante viene utilizando la primera persona del plural, nos demuestra que en realidad el Autor de los manifiestos se trataba de un único individuo y esto no quiere decir que no hubiese estado de acuerdo con un colectivo mayor.
Sin embargo, al igual que es habitual que, por ejemplo, la naturaleza
invente un remedio contra una enfermedad nueva e insólita en la propia morada
donde prendió, hete aquí que se revelan y surgen de la tierra los antídotos
contra la multitud de males y accesos que padece la filosofía. Son los únicos
buenos y que convienen de manera suficiente a nuestra patria, los solos que
pueden permitir recobrar la salud a la filosofía confirmándole, por así decir, una
apariencia y un brillo radicalmente nuevos a los ojos de un mundo cuya
renovación es inminente.
Con ello nos indica que a pesar de que el conocimiento,
el pensamiento, la filosofía ha venido siendo sometida, por intereses bien
conocidos, de ciertos individuos y grupos de poder, sin embargo, la Verdad se
abre paso y termina reconduciendo su camino por veredas más libres y lejanas a
la superstición del falso conocimiento. Él lo denomina como una Ley Natural, como
si de un río se tratase y cuyo cauce hubiésemos alterado; pero que transcurrido
un tiempo, lo hubiese recuperado por el propio empecinamiento de los designios
divinos de la propia Naturaleza y sus leyes inmutables.
No poseemos otra filosofía sino la que es la regente y la suma, el
fundamento y la sustancia de todas las facultades, de todas las ciencias, de
todas las artes. Filosofía que, bajo la óptica de nuestro siglo, se alimenta
mucho en la teología y en la medicina, pero poco en la sabiduría jurídica. En
resumen: filosofía que elucida y disecciona al hombre hasta la saciedad, solo
al hombre. Filosofía pues en la que encontrarán más maravillas y misterios que
los que nunca pudieron adquirir, elucidar, admitir como dogma, todos los
hombres de ciencia que respondan a nuestras exhortaciones y se comprometan en
nuestras cohortes.
Aquí se muestra lo que anteriormente dijimos y
ofrece a los hombres de ciencia, de su época, una nueva forma de ver la
filosofía, un nuevo modo de pensar más amplio y que no se someta al puro ámbito
de lo personal del Ser Humano sino que traspase sus limitadas fronteras para
dirigirse a ámbitos más jurídicos que físicos y alejados de los dogmas
preestablecidos por sus antecesores hombres de ciencia. Justo por ello, este
periodo de la Historia Humana, el Siglo XVII, debería ser mencionado como el
Siglo de la pre-ilustración o de la Iluminación Rosacruz, porque preparó al Ser
Humano, más concretamente a hombres de ciencia y pensadores, para retirar de sí
todo aquello que hasta el presente había sido dado como inmutable y dar paso a
las nuevas ideas por muy peregrinas que les pudiera parecer a su previo
condicionamiento mental; es decir para preparar el advenimiento de la
Ilustración del siguiente Siglo XVIII o de la Ilustración.
En L:.V:.X:. Luz, Verdad y Amor;
que las Rosas del Alma florezcan majestuosas sobre la Cruz de vuestro Cuerpo
material.
Aralba