Paz,
Tolerancia y Verdad
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– La Justicia
Desconocida dama, hijo
mío, para el común de los mortales y que posee características propias de la
Sacerdotisa, la Emperatriz y en menor medida del Emperador; pero que solo
alcanza su máximo esplendor en el arquetipo del Héroe, los Amantes. Ella se
mueve en tres niveles de existencia, el espiritual, el de la naturaleza y el
humano.
Los simios proto-hombres
legislan sin cesar sin saber lo que realmente están haciendo. A esa
legislación, propia del Emperador, no se la puede denominar como Justicia pues
solo usa la espada para allanar el camino y permitir que puedan hacerse
realidad los designios del Sistema.
La Falsa Justicia del
simio-hombre está sujeta a la simpatía y a la antipatía, a las casualidades y
coincidencias del Destino. Por lo tanto, cualquier atisbo de la expresión
Justicia solo puede ser fruto de la más pura casualidad. Esta justicia es pura
indecencia.
La Naturaleza posee, desde
su origen, una serie de Leyes naturales inquebrantables, aunque sorteables
temporalmente, que están representadas en la balanza de causa y efecto. Toda
causa produce un efecto, que además volverá a poner en marcha nuevas causas así
hasta el infinito. Por lo tanto, las causas que las criaturas ponen en marcha,
dentro del seno de la Emperatriz, siempre regresan a su origen amplificadas.
Por lo tanto, si se ponen en marcha causas positivas o negativas, nos
retornarán, sin ninguna duda, con la misma polaridad pero amplificadas. Esta
justicia es totalmente ciega y no diferencia entre individuos o circunstancias.
Quien se mete en el territorio de caza del tigre, a sabiendas, es consciente de
que indefectiblemente será cazado.
Lo que la gente conoce
como Justicia, hijo mío, no es la Justicia que la Sacerdotisa impregnó en la
Emperatriz y mucho menos la fáctica del
Emperador. La Justicia de la Sacerdotisa es implacable pues se encuentra por
encima del Bien y del Mal. Su fuego abrasa y disuelve todo aquello que no case
con los designios originales del Mago hacedor. Esa Justicia solo tiene una
dirección y no conoce ni maldad ni benevolencia; según el concepto humano,
incluso la Justicia en la Emperatriz sería terrible. Era tan joven y bueno y
sin embargo fue devorado por el tigre ¡Que injusticia! De la justicia del
simio-hombre, mejor no hablar de ella porque produce vómito.
Lo que la gente entiende
como Justicia, en este mundo, es propio de Hércules, el Héroe, del ayuntamiento
entre el Hombre y la Naturaleza. Esa Justicia, utópica en este plano de
existencia, no es ciega ni usa la espada de forma indiscriminada. La balanza
está siempre equilibrada con las circunstancias particulares de los individuos.
Su magnanimidad es solo digna de los dioses y su función correctiva solo es
efectiva si el espíritu del Héroe la imparte. Aquí, la consciencia del
Semidiós, comprende que no tiene ningún sentido la violencia o la fuerza a la
hora de impartir la Justicia divina. La pena capital no puede estar nunca
justificada, pues aquí pierde el sentido que los simios-hombres le han
concedido.
El Hombre, por naturaleza,
es inmortal y está condenado a regresar a este plano existencial una y otra y
otra vez. Aunque su memoria siempre es cercenada, en su génesis siempre quedan
las causas pendientes y estará condenado a repetir los errores una y otra vez
si no son corregidos en alguna actuación. Por lo tanto, cuando se ejecuta a
algún individuo, en nombre de una falsa justicia, lo único que se está haciendo
es aplazando el problema hacia otro escenario, no solucionándolo como es el fin
original de la Justicia pensada por el Mago.
La corrección de la Señora
Justicia, levemente andrógina, hijo mío, siempre es impartida con magnanimidad,
considerando las circunstancias particulares o colectivas que han motivado al
individuo a actuar de alguna manera impropia, respecto a alguna legislación
natural o divina; pero nunca humana. El simio, no el Hombre, ni está autorizado
ni está capacitado para impartir Justicia y mucho menos para legislar. Solo el
Hombre verdadero, consciente de su divinidad, el Héroe que se ha vuelto uno con
la Naturaleza, podrá convertirse en Juez de sí mismo.
Concepto
Rosacruz Alma - Espíritu
Quizá esta sea una de las
cuestiones más controvertidas, difícil de explicar y que más malos entendidos
ha provocado. Algunas religiones y filosofías apenas generan alguna diferencia
entre ambos conceptos y es por lo tanto fácil asimilarlos como si se tratara de
un solo concepto; en otras ocasiones simplemente se intercambian los términos.
Para las personas versadas en las diferentes concepciones, no les debe suponer
problema alguno saber de lo que se está tratando en cada caso; pero a los legos
les produce una especie de indigestión mental que termina por hacer que huyan
de dichas elucubraciones.
El Espíritu es un Ente
divino e inmortal que nunca ha tenido un principio y jamás tendrá un final. En
algunas filosofías se trata de la parte divina que el hombre posee; por el
contrario, el Alma, en origen, es mortal y no se trataría más que de una especie
de órgano intermediario entre el espíritu y el cuerpo que está ocupando.
El Espíritu Humano no es
nada más y nada menos que un subconjunto del Espíritu Universal y se manifiesta
individualmente mediante el Yo. El Alma es lo que permite vivir, moverse y
reproducirse a los cuerpos sintientes; pero también es lo que permite que el
Espíritu pueda manifestarse a través de su cuerpo vehicular. El cuerpo por sí
solo no podría contener al espíritu que es energía pura y sería destruido; por
ello necesita de la intermediación del Alma que está compuesta, siempre en
origen, por una porción muy pequeña del propio espíritu y el resto por
sustancia etérica, materia sutil, que pertenece al propio mundo de la materia.
En un principio, el Alma
es, como dijimos, casi totalmente material y por lo tanto mortal; es decir,
cuando el individuo deja este mundo, el Alma muere y se transforma con el
propio cuerpo biológico. El Espíritu se despega de su vehículo y retorna a los
planos espirituales donde suele habitar sin un cuerpo material definido. En
estos casos, el Alma es el receptáculo del yo personalidad y que está
constituido por múltiples capas defensivas y kármicas, a modo de una cebolla,
que se han ido adhiriendo en el transcurso de la propia vida y de las
diferentes reencarnaciones; pero como el alma es mortal, entonces ¿De donde
viene ese Karma si el Alma se desintegró con su cuerpo? El Espíritu al
abandonar el cuerpo se lleva, a modo de bíos, solo la información esencial del
Alma y cuando regresa a este u otros mundos retoma su historia vital, personal,
donde la dejara recubriendo su nueva Alma de los materiales densos que conocía
de vidas anteriores.
Conforme transcurre la
existencia experiencial, el Espíritu diminuto, Yo semilla, que vive como un
simbionte en el Ser Humano, primero despierta y va creciendo hasta hacerse
grande. Según esto va sucediendo, las diferentes capas, yoes, se van desprendiendo del Alma y van dejando
lugar al Yo creciente o Espíritu Humano que va ocupando ese lugar. Solo cuando
el Espíritu tiene el suficiente control sobre su cuerpo es cuando va sublimando
el alma a niveles en que, llega un instante, que deja de ser un órgano de
carácter material para convertirse en algo substancialmente espiritual. Es solo
entonces, cuando el Alma, ahora sí, se vuelve una con su Espíritu y por lo
tanto en inmortal.
El cuerpo denso, material,
siempre acabará en la tumba; pero llegados a este punto, el Alma se ha
convertido en el vehiculo, traje espiritual del Hombre, Yo Espiritual. Ese es
el Corpus Christi, Vestido de Bodas o Santo Grial y Fénix de los pensadores
antiguos. Solo entonces el Hombre puede moverse, junto con su consciencia, sin
ningún tipo de cortapisas, por los diferentes universos, materiales y
espirituales.
En L:.V:.X:. Luz, Verdad y
Amor; que las Rosas del Alma florezcan majestuosas sobre la Cruz de vuestro
Cuerpo material.
Aralba