martes, 17 de marzo de 2015

Lección 59, Segundo Grado, Primera Orden (La Confessio Fraternitatis I)


O bien 

Confesión de la Insigne Fraternidad de la muy honrada Rosa-Cruz dirigida a los hombres de ciencia de Europa, año de 1615


Paz, Tolerancia y Verdad


La Confessio Fraternitatis es el segundo manifiesto de los rosacruces que es reconocido como tal, saliendo a la luz justo un año después de la precedente Fama. Como su antecesor escrito, la Confessio es anónima; pero salió tanto en latín como en alemán. Se ve con cierta claridad que su pretensión es la Reforma de la Ciencia y del pensamiento o Filosofía que la sustenta. De algún modo es premonitoria, junto con la Fama, de la Ilustración del futuro Siglo XVIII.

"En negrita el Texto de la Confessio traducción de los editores Muñoz Moya y Montraveta, en rojo las indicaciones de Aralba. Hemos cortado los grandes párrafos para introducir los comentarios".

Primer Capítulo

Los rumores y revelaciones sobre nuestra hermandad o confraternidad que han llegado a muchos oídos y cuyo origen se encuentra en la precedente publicación de la Fama, no deben ser tenidos ni considerados por nadie como irreflexivos o inventados completamente: menos aún como un fruto que brote de nuestro antojo.

Se intenta hacer ver a los lectores de la Confessio que los manifiestos rosacruces no se tratan de alguna broma macabra y que, por el contrario van muy en serio; pero queremos hacer ver un pequeño matiz que pudiera pasar desapercibido por la mayoría. Se dice que no deben ser tenidos como inventados completamente. Luego, algo de invención sí que hay en los manifiestos rosacruces. Algo que el propio Escritor, ya veremos que se trata de una persona más que de un colectivo, considera como algo novedoso y traído a colación por él y no se trata de otra cosa que una nueva forma de acercarse a la Ciencia, desde un punto de vista desvinculado de la Teología.

Actualmente el mundo está a punto de alcanzar su estado de reposo antes de caminar con premura hacia un nuevo amanecer una vez acabado su periodo y su ciclo. Jehová, nuestro Señor, es quien invierte el curso de natura. Él es quien revela actualmente a los que no prestan atención a ello o que ni siquiera piensan en aquello cuya búsqueda costaba antes gran trabajo y una labor infatigable. Él es quien lo ofrece graciosamente a los que manifiestan deseo de ello, a la vez que también obliga a los refractarios. Desea que los hombres piadosos se vean aliviados de las fatigas de esta vida humana y libre de las tempestades provocadas por la inconstancia de la fortuna: que los malvados aumenten y acumulen su malignidad y los castigos que ella merece.

Se refrenda, de nuevo, tal y como vimos con anterioridad en la Fama Fraternitatis, que el Autor es un verdadero creyente en Dios, en Jehová; esto es importante dado que no indica Yahveh, como también seguiremos viendo que se referirá a oraciones más que a rezos y acompañado de un espíritu profético sempiterno nos confirma, de forma indeleble, que quien se dirige a nosotros es un perfecto Cristiano Protestante. Aquí no somos capaces de observar el más mínimo atisbo gnóstico antiguo dado que Jehová, el Demiurgo creador del Mundo, para aquellos era un Demonio más que el verdadero Dios. Esto es así o, quien escribe, conocía perfectamente que Jehová, El Demiurgo no es ese Gran Presuntuoso del que hablaban los antiguos gnósticos cristianos y sí, efectivamente, Jehová es el Dios Padre que vive en nosotros, como Adam Kadmón, y no el usurpador que habría terminado tomando el propio nombre del Creador de los arcontes y elohims.

¿Cómo podríamos nosotros ser sospechosos de herejía, de manejos y de complots culpables contra la autoridad civil, cuando condenamos los sacrilegios de los que es objeto nuestro Señor Jesucristo y de los que son culpables tanto Oriente como Occidente (entendamos Mahoma y el Papa) y cuando presentamos y dedicamos nuestras oraciones, nuestros misterios y nuestros tesoros, al jefe supremo del Imperio Romano?

Ha transcurrido todo un año entre la publicación del primer manifiesto y este segundo. Tiempo más que suficiente para que su autor pudiera haber sido testigo de los múltiples calificativos que habrían recibido los supuestos creadores de la Fama; pero él se consideraba un auténtico cristiano y muy alejado de lo que en aquella época podría ser considerado como herejía. Se nos vuelve a mencionar a Mahoma y al Papa, como si no fuese suficiente, como para demostrarnos que él se encontraba subido a otro Barco, el de la Reforma Protestante y que tanto el Islam como el catolicismo sí eran vistos por él como terribles herejías contra el verdadero cristianismo original. Aquí, con seguridad, se refiere a Matías de Habsburgo: Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico.

Nos ha parecido sin embargo bueno y oportuno, por respeto hacia los hombres de ciencia, completar nuestro resumen formulando en términos mejores los pasajes demasiado insondables y oscuros de la Fama, y también colmando las lagunas que determinadas intenciones justificaban. Con ello esperamos ganar la estima de los hombres de ciencia y acrecentar la adhesión y su consentimiento al proyecto que acariciamos.

Estudiado con detenimiento podemos comprobar que se trata de una confirmación de lo anteriormente expuesto y utilizando un lenguaje quizá más claro y accesible; pero hay dos cosas importantes que quisiéramos remarcar: Que se trata de un escrito patriótico; es decir, muy alemán y dirigido, en este caso particular, a los hombres de ciencia de la época.

Segundo Capítulo

Por lo que respecta a la conversión y enmienda de la filosofía hemos explicado suficientemente, tanto como hoy es necesario, que el cuerpo dentro de la dicha filosofía está enfermo por completo y es enteramente deficiente.  Más aún: ello no ofrece la menor duda a nuestros ojos pese a las numerosas afirmaciones que le atribuyen una salud y una fuerza cuyo origen ignoro. Vive sus últimos momentos. Se aproxima su partida.

La Mente preclara del expositor es capaz de ver con claridad que el pensamiento, la filosofía a la que se refiere y en la que se sustenta la ciencia de su época, no puede ser libre si se encuentra supeditada a pensamientos expúreos o supersticiones de carácter religioso; es decir, que dependen del designio de los teólogos y supuestos hombres de Dios, sus sacerdotes, obispos y cardenales. A eso se refiere con ese modo de pensar enfermo, esa filosofía enferma y encapsulada a la que el aire de la verdad era imposible que pudiese liberarla. Subrayo cuyo origen ignoro. Con este pequeño desliz utilizando la primera persona del singular, el escritor de la Confessio, que en todo instante viene utilizando la primera persona del plural, nos demuestra que en realidad el Autor de los manifiestos se trataba de un único individuo y esto no quiere decir que no hubiese estado de acuerdo con un colectivo mayor.

Sin embargo, al igual que es habitual que, por ejemplo, la naturaleza invente un remedio contra una enfermedad nueva e insólita en la propia morada donde prendió, hete aquí que se revelan y surgen de la tierra los antídotos contra la multitud de males y accesos que padece la filosofía. Son los únicos buenos y que convienen de manera suficiente a nuestra patria, los solos que pueden permitir recobrar la salud a la filosofía confirmándole, por así decir, una apariencia y un brillo radicalmente nuevos a los ojos de un mundo cuya renovación es inminente.

Con ello nos indica que a pesar de que el conocimiento, el pensamiento, la filosofía ha venido siendo sometida, por intereses bien conocidos, de ciertos individuos y grupos de poder, sin embargo, la Verdad se abre paso y termina reconduciendo su camino por veredas más libres y lejanas a la superstición del falso conocimiento. Él lo denomina como una Ley Natural, como si de un río se tratase y cuyo cauce hubiésemos alterado; pero que transcurrido un tiempo, lo hubiese recuperado por el propio empecinamiento de los designios divinos de la propia Naturaleza y sus leyes inmutables.

No poseemos otra filosofía sino la que es la regente y la suma, el fundamento y la sustancia de todas las facultades, de todas las ciencias, de todas las artes. Filosofía que, bajo la óptica de nuestro siglo, se alimenta mucho en la teología y en la medicina, pero poco en la sabiduría jurídica. En resumen: filosofía que elucida y disecciona al hombre hasta la saciedad, solo al hombre. Filosofía pues en la que encontrarán más maravillas y misterios que los que nunca pudieron adquirir, elucidar, admitir como dogma, todos los hombres de ciencia que respondan a nuestras exhortaciones y se comprometan en nuestras cohortes.

Aquí se muestra lo que anteriormente dijimos y ofrece a los hombres de ciencia, de su época, una nueva forma de ver la filosofía, un nuevo modo de pensar más amplio y que no se someta al puro ámbito de lo personal del Ser Humano sino que traspase sus limitadas fronteras para dirigirse a ámbitos más jurídicos que físicos y alejados de los dogmas preestablecidos por sus antecesores hombres de ciencia. Justo por ello, este periodo de la Historia Humana, el Siglo XVII, debería ser mencionado como el Siglo de la pre-ilustración o de la Iluminación Rosacruz, porque preparó al Ser Humano, más concretamente a hombres de ciencia y pensadores, para retirar de sí todo aquello que hasta el presente había sido dado como inmutable y dar paso a las nuevas ideas por muy peregrinas que les pudiera parecer a su previo condicionamiento mental; es decir para preparar el advenimiento de la Ilustración del siguiente Siglo XVIII o de la Ilustración.

En L:.V:.X:. Luz, Verdad y Amor; que las Rosas del Alma florezcan majestuosas sobre la Cruz de vuestro Cuerpo material.

Aralba