sábado, 26 de agosto de 2023

Taumaturgia 4,5 y 6

 "Taumaturgia 4, 5 y 6"



Taumaturgia 4


Vamos ahora a exponer algo de Taumaturgia práctica, pero antes voy a relatar una leyenda. Cerca de la Meca vivía un ermitaño llamado Ben Chasi, que tenía la misión de instruir a Mahoma en todos los secretos de la Naturaleza. Cuando el profeta llegó a los 30 años, su maestro le entregó una placa metálica en la que estaban grabados los signos de los secretos iniciáticos. Estos signos aparecen, aunque de manera encubierta, en el Corán y en la Masonería turca. Los cruzados, al volver de Oriente, trajeron a Europa signos semejantes procedentes indudablemente de la antigua cultura egipcia, cuyos vestigios se hallan en todo el Mediterráneo y que subsisten en la Masonería. Desgraciadamente el sentido oculto y sagrado o esotérico de dichos signos se fue perdiendo poco a poco por el uso rutinario de los mismos. Abu Bekr, el primer califa, heredó la placa antes mencionada y verbalmente le fueron comunicadas las claves de su oculto saber. Convencido el califa de que la divulgación de esta ciencia secreta pudiera producir grandes daños en manos profanas, obligó a todos los adoctrinados, bajo juramento, a que guardaran el más estricto silencio. Por causas que no vamos a exponer aquí, la masonería ha sido siempre perseguida y prueba de ello nos lo ha dado el hitlerianismo. La masonería alemana se hallaba constituida por elementos selectos de la sociedad. Los masones adinerados, fueron despojados de sus fortunas y mientras unos gemían en los campos de concentración otros eran condenados a sufrir la miseria. Los templos masónicos fueron cerrados, embargados, profanados y destruidos bajo cualquier pretexto. Las bibliotecas particulares de los masones fueron revisadas, entre ellas la mía, una de las más selectas, y decomisadas todas las obras que tuvieran alguna relación con asuntos místicos o religiosos. Nos obligaron a presentarnos diariamente a la policía para dar cuenta de que no habíamos fundado secretamente ningún taller. Con todos los objetos robados se organizaron exposiciones "ilustrativas" en las que un ignorante se permitía dar explicaciones estúpidas sobre el sentido de los objetos expuestos. Publicaron todos los catecismos y rituales, siendo el autor más citado Leo Taxtil. Por todas estas razones hoy sería ridículo pretender ocultar lo que ya es del dominio público. Describamos a continuación los signos: 


1° Formar un puño con la mano derecha y después extiéndase horizontalmente el dedo índice. Invocar en este momento las fuerzas divinas para que bendigan y ayuden a la acción taumatúrgica. Seguidamente levantar la mano de forma que el índice señale al cielo. Al hacer esto pronunciar la vocal I repitiéndola mentalmente (Iiiiii). 


2° Pensando en la vocal A se pondrá la mano en posición horizontal de forma que el pulgar extendido hacia arriba forme un ángulo de 90. Al hacer esto si uno se ha entrenado ya con la vocalización, se sentirá dentro de uno dicha vocal.


3° Se unirán las yemas de los dedos índice y pulgar formando una O. La I significa el YO, la A, es decir dos Ies formando un ángulo, significa la humanidad y la O, es decir el círculo, representa el cosmos. En todas las religiones, estas tres letras son los signos raíces de todos los misterios. El maestro Parsival ha estudiado en los templos de Egipto estas claves, de las cuales sólo doy algunos detalles. Todo hombre deberá consultar en primer lugar a su voz interior, que se irá haciendo cada vez más clara cuanto más se ejercite uno en la vocalización. Nuestro espíritu es parte de Dios y está en contacto con El. Por eso el alma tiene la facultad de conocer y saber todo lo que el hombre necesita. No tenemos más que identificarnos con dicha vida interna, con la cual podemos resolver todas nuestras dificultades. Nuestra misión en la vida es unir la Pistis con la Sofia, lo cual podemos lograr por medio de la meditación, respiración y sobre todo por la vocalización. Esta vocalización es la que nos hace auténticos taumaturgos.


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Taumaturgia 5


Los tibetanos conocen la existencia de la célula y la consideran como un organismo aislado consciente. Saben que nuestro organismo está constituido por colonias celulares que adquieren formas siempre diferentes, que por un lado son producidas por el impulso del crecimiento y desarrollo interno, y por otro lado por la influencia del ambiente sobre el cual reacciona, adaptándose posteriormente. Estos dos impulsos hacen que no se interrumpa la creación de las células y la formación de colonias, desarrollo que se inicia en el seno de la madre, produciendo tejidos, músculos, huesos, nervios, grasas, etc. La célula necesita para existir lo siguiente: espacio, calor, aire, tierra y agua. Estos son los elementos que se citan en la Rosa-Cruz y en la Gnosis, y estos elementos están representados por cada una de las vocales del nombre I E O U A. El espacio condiciona la existencia para todo. Sin él no habría movimiento, en él existen todos los poderes y sólo para él se explica la existencia de la luz, los colores y, sobre todo, el equilibrio de la temperatura del cuerpo. Para los tibetanos el calor implica el fuego y la bilis. Al referirse al aire, al fuego y al agua no lo hacen desde un punto de vista material sino espiritual, como si dichos elementos fueran espíritu y no materia. El reino animal y vegetal forman un laboratorio físico-psíquico. Cuando los tibetanos hablan del aire no se refieren al atmosférico sino al espíritu aire, cuando hablan del fuego se refieren al espíritu que anima las fuentes de calor y no al Sol o a las substancias materiales que producen dicho calor. En estos tres elementos de aire, fuego y agua, que son para los Gnósticos las letras I A O, base de nuestros mantrams está la clave para la taumaturgia. Estos elementos junto con la tierra existen en nosotros mismos y han de ser tenidos en cuenta para la curación. Los tibetanos emplean un método de masaje denominado "Mano-dedo-Operación-seca" que por medio de sacudidas y golpes logra buenas curaciones. Debe ayudarse con el uso de tisanas de ciertas hierbas medicinales y de la vibración mental mántrica.


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Taumaturgia 6


Es muy importante que el sanador domine completamente el conocimiento del organismo, sobre todo del sistema nervioso, pues es el más importante sistema del cuerpo. Hahnemann nos enseñó la homeopatía, que está basada en la administración a dosis mínimas de las mismas substancias que a grandes dosis producen la enfermedad. Los maestros taumaturgos con que me he tropezado eran todos homeópatas. El Dr. Rudolf Steiner, mi maestro en taumaturgia, y uno de los hombres sabios más ilustres del siglo, fue secretario de la Sociedad Teosófica, de la cual se separó por no encontrar entre los que figuraban en dicha institución a personas capaces de asimilar sus enseñanzas. Fundó entonces la Sociedad Antroposófica y las escuelas Waldorf. Lo más interesante de su labor pedagógica han sido sus conferencias médicas, que me han servido de gran estímulo. No debemos despreciar ningún método de conocer nuestro Yo. El cuerpo humano puede ser estudiado por la ciencia médica. Dentro del cuerpo material visible hay entidades invisibles que los hindúes llaman "kama rupa", y que según Hartmann son elementos que están entre las formas materiales y el cuerpo principal, etéreo y substancial, invisible en circunstancias ordinarias. Los taumaturgos pueden lograr mediante ejercicios especiales, separarse del cuerpo material, trasladándose así a grandes distancias, y actuar sobre el cuerpo físico propio o sobre el del paciente, según las circunstancias. En el interior del vientre hay tres órganos: hígado, vesícula biliar y bazo. La medicina tiene que resolver aún grandes problemas sobre la existencia y función de estos tres órganos, que juegan un papel importante y decisivo en nuestro organismo. La ciencia oculta ha probado, basándose en los fenómenos observados en dichos órganos, que existe una conexión estrecha entre el microcosmos y el macrocosmos. Los antiguos tratados de astrología nos enseñan que Mercurio rige nuestros nervios y el sistema nervioso en general, y el fluido vital que surge de los nervios y que perciben los videntes. La Luna rige el sistema simpático, Júpiter la circulación arterial, Marte sobre la venosa, Saturno sobre las substancias minerales depositadas en nuestro organismo y el Sol sobre el oxígeno. El médico, por lo tanto, debe conocer todas estas relaciones, para poder tener éxito en sus curaciones. Dicen los hindúes que el cuerpo vital tiene la misión de atender a las relaciones existentes entre el cuerpo y el alma. El médico recalcitrante sostiene que el alma es una invención, pero si fuera un poco observador se daría cuenta de la existencia de algo inmaterial y tendría que aceptar por lo menos el aspecto más elevado del Panteísmo, que sostiene que toda materia está dotada de vida. Es la única escapatoria que le queda al materialismo y a las absurdas concepciones antropomórficas de los monoteístas. Cuando en la práctica médica observamos todas estas cosas que acabamos de indicar, nos embarga una especie de veneración por la naturaleza humana. Quien como filósofo investigador no sea capaz de sentir dicha veneración, tendrá los ojos siempre cerrados a todos los misterios relacionados con la naturaleza humana. Einstein, el gran físico y matemático dice que todo lo que hacemos está predestinado y que esta predestinación es universal, pues todo ser se halla predispuesto a actuar de un modo determinado. Es decir, que los seres humanos bailamos al son de una música secreta,


mpulsados por una melodía, cuyo autor sólo podemos sentir y que sabemos existe, siendo responsables ante El de todo lo que hagamos. Esto nos invita a meditar profundamente y nos persuade de que esa ley interna actúa desde el cosmos sobre nuestra alma. Vamos a ocuparnos ahora un poco del organismo en relación con la alimentación y la nutrición, lo cual es de capital importancia. Nuestro cuerpo esquemáticamente es como un sistema de tubos, por los que pasan los alimentos desde la boca al estómago e intestino, y desde allí a la sangre que distribuye los corpúsculos por todos los órganos. Los alimentos proporcionan las fuerzas imprescindibles para restaurar nuestro cuerpo dotándole de las reservas necesarias para los casos extraordinarios. Podemos dividir los alimentos en asimilables y combustibles, o como dice Liebig, en plásticos, respiratorios y termógenos. Todo lo que ingerimos se convierte en parte de nuestro organismo. Los alimentos en su ruta desde la boca hasta la última estación, depositan ciertas substancias que han de ser transformadas posteriormente.


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Extraído del Libro las Enseñanzas de la Antigua Fraternidad Rosacruz del Dr Arnoldo Krum Heller (Maestro Huiracocha)