viernes, 22 de mayo de 2015

Lección 67, Grado Segundo, Orden Primera (Influencia de los manifiestos de la R+ en la Masonería Especulativa II)


Herencia R+ de la M:.

Paz, Tolerancia y Verdad

Este Trabajo es el comentario de un extracto del Libro Iluminismo Rosacruz de Frances Amelia Yates.


La nota de Ashmole sobre la iniciación masónica, según se dice, es la noticia más antigua que se conoce de la masonería especulativa en una logia inglesa. Es significativo que este primer dato sobre la masonería se refiera precisamente al hombre cuyo conocimiento de las doctrinas rosacruces fuera expuesto en el capítulo anterior del Iluminismo Rosacruz, en el cual se vio que Ashmole copió de su puño y letra los manifiestos rosacruces, a los que agregó una carta suya, también escrita de su puño y letra, en la que expresa su admiración por los objetivos que persigue la Fraternidad y pide ser admitido en ella. 

Esto parece que fue solamente un ejercicio formal, como imitación de la Tradición rosacruz respecto a los manifiestos, pero que no tenía relación con ningún grupo realmente existente que se hiciera llamar rosacruz. Ahora podemos preguntarnos si el hecho de que Ashmole fuera masón influyó de alguna manera en su ejercicio rosacruz. Una posible respuesta a este problema es que citar y aprobar los manifiestos rosacruces no era prueba de que alguien fuera rosacruz (puesto que no existía tal cosa), sino de que estaba afiliado secretamente a otro grupo.

A pesar de que en general se considera que la iniciación masónica de Ashmole en octubre de 1646 es el hecho documentado más antiguo, hay en realidad otro anterior y muy autentificado. Se trata de la admisión de Robert Moray a la logia masónica de Edimburgo, que tuvo lugar el 20 de mayo de 1641. Probablemente Moray hizo más que ningún otro individuo para lograr la fundación de la Real Sociedad y para persuadir a Carlos II de que la estableciera concediéndole su patrocinio. 

También le interesaban enormemente la alquimia y la química. Así pues resulta que las dos personas de las que tenemos verdaderas pruebas documentales más antiguas relativas a las logias masónicas fueron ambas miembros fundadores de la Real Sociedad: Moray y Ashmole.

No hay que obviar, no obstante la falta de vestigios históricos irrefutables, el indudable encuentro que en la Edad Media se diera entre los Pobres Caballeros de Cristo (Templarios) y las sectas gnósticas que habían sobrevivido a la persecución de la Iglesia Oficial, en el Oriente Medio y entre las que se encontrarían los Herméticos alejandrinos, en la rama cristiana, los Jasiditas en la judía y el Sufismo en la vía religiosa islámica chií.

Es pues evidente –sigue Frances A. Yates-, que la organización masónica existía por lo menos desde veinte años antes de que, en 1660, fuera fundada la Royal Society. Respecto a fechas anteriores es difícil encontrar documentos fidedignos.

No obstante, existe una referencia indirecta de 1638 al hecho de que comúnmente se relacionaba la idea de los rosacruces con la de la masonería. La mención más antigua que se conoce de la palabra del masón se representa en un poema publicado en Edimburgo en 1638, en el cual se habla de Perth y sus cercanías donde se dice lo siguiente:

“Porque lo anunciamos no es nada grosero/ Porque somos hermanos de la Rósea Cruz/ Tenemos la palabra del masón y una segunda vista/ Podemos predecir correctamente las cosas que vendrán…”

Quizá los hermanos de la Rósea Cruz son aquí una especie de hadas, de espíritus que conceden el don de una segunda vista, pero de todas formas es interesante que esta referencia tal vez puramente poética o literaria de los hermanos de la Rósea cruz figure en la primera mención impresa de la palabra masónica.

La primera referencia impresa a masones aceptados se encuentra en un opúsculo masónico de 1676, que dice:

“Se avisa que la Asociación Moderna del Listón Verde, junto con la antigua Hermandad de la Rósea Cruz, de los adeptos Herméticos y de los Masones Aceptados, tienen la intención de cenar todos juntos el próximo 31 de noviembre…”

A continuación se describe un cómico menú, y se aconseja a los que piensen asistir a la cena que se pongan anteojos, porque si no, se cree que las mencionadas sociedades (como hasta ahora han hecho) se presenten invisibles. 

Esta referencia es interesante, pue simplifica la existencia de toda una serie de sociedades esotéricas –dos de las cuales son los Rosacruces y los masones- cuyos miembros evidentemente son diferentes, pero que tienen suficiente en común como para que resulte natural que cenen juntos. El viejo chiste de la invisibilidad enlaza esta referencia con la antigua tradición rosacruz.

De nuevo, mucho más tarde, en 1750, se hizo en una carta la siguiente declaración:

“Los masones ingleses han copiado de los rosacruces algunas ceremonias, y dicen que se derivan de aquéllos y que son lo mismo que ellos”

Estamos en una fecha muy tardía de mediados del siglo XVIII, época en que se inició en la masonería un nuevo grado o conjunto de ritos, parece que en Francia, que recibieron el nombre de grado rosacruz. Aparentemente su mística era sin lugar a dudas cristiana (Seguía una dirección más claramente cristiana que la mística deísta de los otros grados) y quizá recibió la influencia del misticismo de las órdenes de caballería. 

Tal vez esto sea una especie de aceptación, aunque muy tardía, dentro de la misma tradición masónica, de la idea de que rosacruces y masones tienen relación entre sí.

Los templarios debieron aunar, las originales doctrinas que encontraron, en una especie de sincretismo esotérico que fue llevado hasta Europa por sus miembros itinerantes y aquí enraizó en el tejido civil mediante una serie de sociedades secretas como los Fidele D´Amore, a la que perteneciera el propio Dante Alighieri y donde se sumarían al cristianismo gnóstico primitivo, aún existente aunque minoritario por razones obvias de autoprotección, los albigenses o cátaros, los bogomilos y los valdenses.

Estas indicaciones y tradiciones tardías, por más que sean interesantes no pueden tomarse como base para iluminar el periodo de que nos hemos ocupado –dice Yates-, o sea, de los primeros decenios del siglo XVII, cuando las ideas rosacruces fueron dadas a la publicidad por medio de los manifiestos. Nos seguimos haciendo la misma pregunta: ¿Existieron en aquella época en realidad los rosacruces como organización secreta?

La Religión Oficial Católico Romana tuvo una reacción violenta ante la invasión de las que parecían las nuevas ideas y que no resultaban ser otras que las no tan nuevas; pero sí originales y puras de la Sabiduría ancestral. 

Fue más una cuestión Política que Religiosa, con la finalidad de acaparar propiedades y territorios por parte del Rey Frances Felipe el Hermoso, quien tenía secuestrado al Papa en Aviñón y lo usaba a su antojo como una marioneta, lo que provocó la forzada extinción de los Caballeros Templarios y la persecución y exterminio sin tregua, mediante el fuego, de los denominados como Cátaros o Puros y a su obispos, los Perfectos. Los Caballeros templarios que pudieron huir del holocausto se trasladaron a Holanda, España y Portugal de donde algunos, bien armados y pertrechados, pasaron a Tierras escocesas donde se refugiarían en las logias stuardistas de los masones operativos de las islas británicas.

La pregunta quizá ha variado un poco desde que al principio del presente capítulo del Iluminismo Rosacruz respondimos negativamente. Podemos ampliarla de la siguiente manera –nos propone la Autora del Iluminismo Rosacruz-; 

"si no había rosacruces, ¿había quizás en el ambiente algo así como un movimiento masónico o pre masónico primitivo?"

En L:.V:.X:. Luz, Verdad y Amor; que las Rosas del Alma florezcan majestuosas sobre la Cruz de vuestro Cuerpo material.


Aralba