Herencia R+ de la M:.
Paz, Tolerancia y Verdad
Paz, Tolerancia y Verdad
Este Trabajo es el
comentario de un extracto del Libro Iluminismo Rosacruz de Frances Amelia
Yates.
La nota de Ashmole sobre la iniciación masónica, según se
dice, es la noticia más antigua que se conoce de la masonería especulativa en
una logia inglesa. Es significativo que este primer dato sobre la masonería se
refiera precisamente al hombre cuyo conocimiento de las doctrinas rosacruces
fuera expuesto en el capítulo anterior del Iluminismo Rosacruz, en el cual se
vio que Ashmole copió de su puño y letra los manifiestos rosacruces, a los que
agregó una carta suya, también escrita de su puño y letra, en la que expresa su
admiración por los objetivos que persigue la Fraternidad y pide ser admitido en
ella.
Esto parece que fue solamente un ejercicio formal, como imitación de la
Tradición rosacruz respecto a los manifiestos, pero que no tenía relación con ningún
grupo realmente existente que se hiciera llamar rosacruz. Ahora podemos
preguntarnos si el hecho de que Ashmole fuera masón influyó de alguna manera en
su ejercicio rosacruz. Una posible respuesta a este problema es que citar y
aprobar los manifiestos rosacruces no era prueba de que alguien fuera rosacruz
(puesto que no existía tal cosa), sino de que estaba afiliado secretamente a
otro grupo.
A pesar de que en general se considera que la iniciación
masónica de Ashmole en octubre de 1646 es el hecho documentado más antiguo, hay
en realidad otro anterior y muy autentificado. Se trata de la admisión de
Robert Moray a la logia masónica de Edimburgo, que tuvo lugar el 20 de mayo de
1641. Probablemente Moray hizo más que ningún otro individuo para lograr la fundación
de la Real Sociedad y para persuadir a Carlos II de que la estableciera
concediéndole su patrocinio.
También le interesaban enormemente la alquimia y
la química. Así pues resulta que las dos personas de las que tenemos verdaderas
pruebas documentales más antiguas relativas a las logias masónicas fueron ambas
miembros fundadores de la Real Sociedad: Moray y Ashmole.
No hay que obviar, no obstante la falta de vestigios
históricos irrefutables, el indudable encuentro que en la Edad Media se diera
entre los Pobres Caballeros de Cristo (Templarios) y las sectas gnósticas que
habían sobrevivido a la persecución de la Iglesia Oficial, en el Oriente Medio
y entre las que se encontrarían los Herméticos alejandrinos, en la rama
cristiana, los Jasiditas en la judía y el Sufismo en la vía religiosa islámica
chií.
Es pues evidente –sigue Frances A. Yates-, que la
organización masónica existía por lo menos desde veinte años antes de que, en
1660, fuera fundada la Royal Society. Respecto a fechas anteriores es difícil
encontrar documentos fidedignos.
No obstante, existe una referencia indirecta de 1638 al hecho
de que comúnmente se relacionaba la idea de los rosacruces con la de la
masonería. La mención más antigua que se conoce de la palabra del masón se
representa en un poema publicado en Edimburgo en 1638, en el cual se habla de
Perth y sus cercanías donde se dice lo siguiente:
“Porque lo anunciamos no es nada grosero/ Porque somos
hermanos de la Rósea Cruz/ Tenemos la palabra del masón y una segunda vista/
Podemos predecir correctamente las cosas que vendrán…”
Quizá los hermanos de la Rósea Cruz son aquí una especie de
hadas, de espíritus que conceden el don de una segunda vista, pero de todas
formas es interesante que esta referencia tal vez puramente poética o literaria
de los hermanos de la Rósea cruz figure en la primera mención impresa de la
palabra masónica.
La primera referencia impresa a masones aceptados se
encuentra en un opúsculo masónico de 1676, que dice:
“Se avisa que la Asociación Moderna del Listón Verde, junto
con la antigua Hermandad de la Rósea Cruz, de los adeptos Herméticos y de los
Masones Aceptados, tienen la intención de cenar todos juntos el próximo 31 de
noviembre…”
A continuación se describe un cómico menú, y se aconseja a
los que piensen asistir a la cena que se pongan anteojos, porque si no, se cree
que las mencionadas sociedades (como hasta ahora han hecho) se presenten
invisibles.
Esta referencia es interesante, pue simplifica la existencia de
toda una serie de sociedades esotéricas –dos de las cuales son los Rosacruces y
los masones- cuyos miembros evidentemente son diferentes, pero que tienen
suficiente en común como para que resulte natural que cenen juntos. El viejo
chiste de la invisibilidad enlaza esta referencia con la antigua tradición
rosacruz.
De nuevo, mucho más tarde, en 1750, se hizo en una carta la
siguiente declaración:
“Los masones ingleses han copiado de los rosacruces algunas
ceremonias, y dicen que se derivan de aquéllos y que son lo mismo que ellos”
Estamos en una fecha muy tardía de mediados del siglo XVIII,
época en que se inició en la masonería un nuevo grado o conjunto de ritos,
parece que en Francia, que recibieron el nombre de grado rosacruz.
Aparentemente su mística era sin lugar a dudas cristiana (Seguía una dirección
más claramente cristiana que la mística deísta de los otros grados) y quizá
recibió la influencia del misticismo de las órdenes de caballería.
Tal vez esto
sea una especie de aceptación, aunque muy tardía, dentro de la misma tradición
masónica, de la idea de que rosacruces y masones tienen relación entre sí.
Los templarios debieron aunar, las originales doctrinas que
encontraron, en una especie de sincretismo esotérico que fue llevado hasta
Europa por sus miembros itinerantes y aquí enraizó en el tejido civil mediante
una serie de sociedades secretas como los Fidele D´Amore, a la que perteneciera
el propio Dante Alighieri y donde se sumarían al cristianismo gnóstico
primitivo, aún existente aunque minoritario por razones obvias de
autoprotección, los albigenses o cátaros, los bogomilos y los valdenses.
Estas indicaciones y tradiciones tardías, por más que sean
interesantes no pueden tomarse como base para iluminar el periodo de que nos
hemos ocupado –dice Yates-, o sea, de los primeros decenios del siglo XVII,
cuando las ideas rosacruces fueron dadas a la publicidad por medio de los
manifiestos. Nos seguimos haciendo la misma pregunta: ¿Existieron en aquella
época en realidad los rosacruces como organización secreta?
La Religión Oficial Católico Romana tuvo una reacción
violenta ante la invasión de las que parecían las nuevas ideas y que no
resultaban ser otras que las no tan nuevas; pero sí originales y puras de la
Sabiduría ancestral.
Fue más una cuestión Política que Religiosa, con la
finalidad de acaparar propiedades y territorios por parte del Rey Frances Felipe
el Hermoso, quien tenía secuestrado al Papa en Aviñón y lo usaba a su antojo
como una marioneta, lo que provocó la forzada extinción de los Caballeros
Templarios y la persecución y exterminio sin tregua, mediante el fuego, de los
denominados como Cátaros o Puros y a su obispos, los Perfectos. Los Caballeros
templarios que pudieron huir del holocausto se trasladaron a Holanda, España y
Portugal de donde algunos, bien armados y pertrechados, pasaron a Tierras
escocesas donde se refugiarían en las logias stuardistas de los masones operativos de las
islas británicas.
La pregunta quizá ha variado un poco desde que al principio
del presente capítulo del Iluminismo Rosacruz respondimos negativamente.
Podemos ampliarla de la siguiente manera –nos propone la Autora del Iluminismo
Rosacruz-;
"si no había rosacruces, ¿había quizás en el ambiente algo así como un movimiento masónico o pre masónico primitivo?"
"si no había rosacruces, ¿había quizás en el ambiente algo así como un movimiento masónico o pre masónico primitivo?"
En L:.V:.X:. Luz,
Verdad y Amor; que las Rosas del Alma florezcan majestuosas sobre la Cruz de
vuestro Cuerpo material.
Aralba