sábado, 18 de febrero de 2023

Invocaciones

 “INVOCACIONES” 



Invocación a la llama 


(Quémese romero y asafétida y enciéndase una vela. Recitar siete veces el mantram I.A.O. y la frase: "Yo soy Amor, soy Voluntad. Todo cuanto quiero lo realizo.") 


"Yo te invoco, Oh Ego Solar, base de todo Amor, fuego radiante iluminador". "Oh Gran Fuerza Universal y Cósmica, Logos Solar: Derrama tu poderosa Luz y fortalece esta tu Divina Llama. Entra en esta Llama, Gran Fuerza y agítala con tu Santo Espíritu". 


(Recitar aquí siete veces el I.A.O. y hacer siete veces la Cruz de izquierda a derecha; la mano en el plexo solar para exterminar todo lo que pertenece al dragón infernal.) 


Manifiesta tu Poder y abre para mí el Templo del Dios Altísimo que mora en este Fuego Sagrado. Ilumíname Gran Luz y la Sabiduría será conmigo para mi regeneración. 


(Terminar con estos tres mantrams siete veces: KAW-LA-KAW, SAW-LA-SAW, ZEESAR, que significan respectivamente: El Hombre Superior, el Interior y el Mediador o Cristo Redentor.) 


(Copiar a mano lo que se desea tanto espiritual como material, que esté dentro de las Leyes Cósmicas.) 


Estos papeles se queman al tiempo de hacer la señal de la Cruz siete veces después de "Tu Santo Espíritu..." 


Hacer los días 27 de cada mes en la propia casa.) 



Gran invocación de luz 


Desde el punto de Luz en la Mente de Dios, 

Que afluya luz a las mentes de los hombres, 

Que la Luz descienda a la Tierra. 


Desde el punto de Amor en el Corazón de Dios. 


Que afluya amor a los corazones de los hombres, 

Que Cristo retorne a la Tierra. 


Desde el centro donde la Voluntad de Dios es conocida, 

Que el propósito guíe las pequeñas voluntades de los hombres; 

El propósito que los Maestros conocen y sirven. 


Desde el centro que llamamos la raza de los hombres, 

Que se realice el Plan de Amor y de Luz, 

Y sea sellada la puerta donde se halla el mal. 

Que la Luz, el Amor y el Poder, restablezcan el Plan en la Tierra. 


OM OM OM 



La eucaristía ritual

(Misa Gnóstica)


 


Es el misterio inefable de la Iglesia Gnóstica, en el que se ofrece el Pan y el Vino una vez consagrados. 


Para que obtenga toda su eficacia este Sacramento, es preciso que sea llevado a la práctica por un sacerdote de la Iglesia, que previamente debe conocer el mantram necesario para hacer vivificar la substancia crística que integran el Pan y el Vino. 


Este mantram, es distinto en las cuatro Estaciones del año. Lo transmite la Logia Blanca al Patriarca, éste a su Arzobispo, pasa al Obispo, que es el encargado de transmitir a su vez a los demás Obispos a su cargo y finalmente éstos a sus sacerdotes. 


Sin embargo, como los Gnósticos, cualquiera que sea su situación dentro de la Iglesia, han de recibir este Pan y este Vino como símbolo del esoterismo que a todos nos concierne, como excepción en este caso y prescindiendo de los sacerdotes, se autoriza a administrar este sacramento a los Venerables o Presidentes de nuestras Logias Rosa-Cruz. 


Entre tanto sucede esto, el Obispo encargado de nuestra Iglesia para la ordenación de Obispos y sacerdotes comunicará el mantram Eucarístico que dará fuerza y vigor necesarios para hacer completo en su totalidad este Santo Sacramento Inefable. 


Durante la celebración de la Eucaristía, puede ejecutarse alguna composición musical de carácter místico o religioso y aún cánticos de este tipo. 


A continuación damos el Rito y las instrucciones complementarias: 



Ritual 


El pan que se utilice en este sacramento, ha de ser forzosamente de harina de trigo, con exclusión de otras especies y el vino sin alcohol si es posible y de vid, procurando reservar el mejor para el Sacrificio. 


El oficiante deberá guardar absoluta compostura y delicadeza en este Acto, cuidando de su higiene personal con toda pulcritud, sobre todo, en pies y manos, ya que nuestras extremidades son la puerta de entrada de corrientes magnéticas que son de un valor incalculable. 


Es forzoso que exista un Altar Principal y dos laterales, uno a la derecha y otro a la izquierda, que han de estar cubiertos con un mantel blanco que sea de lino o bordado con alegorías. 


En el Altar principal, bajo un dosel o sobre maderas labradas artísticamente, presidirá una Cruz adornada con siete Rosas luminosas, y en su defecto siete rosas simples al pie de un candelabro con siete velas de cera. Sobre la parte superior de este Altar habrá un Cáliz para la distribución, que se situará en el centro, lleno de vino y junto a él una bandeja con varios trozos de pan. Además un incensario o pebetero en el que puedan quemarse incienso y substancias aromáticas adecuadas, durante la Celebración. 


En el Altar de la derecha, estará de forma visible y posiblemente luminosa la Palabra Yod-He-Vau-He, que constituye el nombre secreto del Padre, y en el centro, una bandeja con el pan necesario según el número de participantes. 


En el altar de la izquierda y de igual forma, se colocará el número de las Siete Voces 9879 y una o varias jarras de vino en cantidad para todos los que hayan de participar. 


Una vez preparados los fieles y dentro del Local o templo, estarán en actitud expectante llevando en sus manos hierbas o plantas aromáticas y sagradas, que pueden así mismo, retener entre los labios. La acacia es recomendable. 


Luego, entrará el sacerdote acompañado de los Diáconos o Acólitos. Los tres llevarán las manos cruzadas en el pecho en forma de aspas. Ascienden hasta el altar, se arrodillan y hacen una inclinación de cabeza. Los congregados también deben arrodillarse. 


Luego se levantan el Sacerdote y los Acólitos y adelantándose el Oficiante toca el borde mismo del Altar, levanta sus manos a la altura de los hombros, en actitud faraónica y dice: 


IAO IAO IAO 


Los acólitos dicen: Amén, Amén, Amén. 


El sacerdote recita la siguiente Oración penitencial a la Luz: 


Oh LUZ de Luces, faro intenso en cuya majestad siempre he creído, escucha mi voz y atiende esta súplica de mi arrepentimiento, porque vengo a Ti para hacer confesión de mis culpas (pausa para fijar en la mente el error del que quiera despojarse, y durante el acto pensar en él para vencerlo o transmutarlo). 


Sálvame Tú, Oh Luz divina, de los malos pensamientos que me acechan y de las tentaciones que me circundan. Yo miré un día, Oh Luz excelsa, a las regiones interiores a donde se debate el Averno. Vi allí una luz y entonces pensé: Yo puedo ir a ese lugar y recibir esa luz y arrojándome decidido, observé que la luz era engañosa y caí en las profundas tinieblas que están más allá del caos insondable. 


Y ya no tuve aliento para salir de allí porque fui preso en la red de las emanaciones hostiles que me arrebataron mi fuerza y mi propia luz. Yo clamé entonces, con voz ingente en demanda de auxilio, pero mi voz enmudeció y se ahogó en la oscuridad absoluta. Miré a la altura para que la luz con toda majestad viniera en mi auxilio y hasta los malos Arcontes se alegraron de mi tormento. Pero tú, Oh Luz Sublime, sabes bien la importancia de este error. Floreció en la ignorancia por creer que esa luz fuera tu Luz. 


No me dejes desfallecer, Oh Luz Misteriosa, en la que siempre he soñado, porque tú eres mi Luz que tanto busco. Porque con ocasión de buscarte, he caído en el tormento del deshonor de mi falta, y he sido esta vez, repudiado por aquellas fraternidades invisibles de las muy Santas Emanaciones de la Gran Madre. Porque en mi afán de encontrarte, Oh Luz de todas las Virtudes provoqué la furia malvada de las fuerzas contradictorias. Porque al seguir tu camino una garra maldita me asió hundiéndose en las profundidades del caos. 


Si ahora quieres venir para salvarme, grande es tu misericordia, Luz de luces, y escúchame en razón y en verdad. Sálvame de las tinieblas para que no sucumba en ellas y pueda librarme de las emanaciones egoístas que me oprimen. No permitas, Oh Luz, que me ahogue en esta oscuridad, no consientas que esta fuerza mala me devore totalmente y que el Caos tenebroso no pueda encubrir mi fortaleza. Escúchame, Oh Luz, porque preciso de tu gracia. Pon en mí tu mirada, mediante la Gran Misericordia de tu Luz, y no apartes de mí tu faz, porque estoy cruelmente atormentado por estos Arcontes que fomentan mi angustia y mi dolor. Delante de ti, están todos los que me han ocasionado este mal. Trátalos según tu complacencia. Ahora, Oh Luz inconfundible, envía a las Tinieblas de la materia a que sean encarceladas y no puedan llegar al lugar de la Paz. Para que penetren en la negra mansión y nunca sean capaces de ver la Luz. Cúbreles con tu venganza y con tu justicia y que eternamente sean condenadas a contemplar el Caos. 


Purísima Luz que estás en todas partes y que estás conmigo. Bendigo tu nombre y te alabo en plenitud y gloria, para que mi alabanza, Oh Luz, pueda agrandarte y me lleves a la entrada del majestuoso aposento donde conduces a las almas puras. Pon tu alegría en estos seres materiales y que ambicionen tu luz con el fin de que despierte en ellos la fuerza de sus almas y reviva poderosa tu mágica substancia. 


Porque dicen las palabras Sagradas: 


Que Dios salvará el alma de toda materia y será construida una ciudad en la Luz donde todas las almas liberadas vivirán eternamente y su premio será tan prodigiosa herencia. 


Acólitos: Amén. 


Todos: Amén. 


Los concurrentes se levantan y permanecen de pie con las manos cruzadas sobre el pecho (en forma de aspas). 


Sacerdote y Acólitos cruzan también sus manos en igual forma. Hacen los tres una reverencia o inclinación de cabeza ante el Altar y el Sacerdote continúa la siguiente oración a la Cruz de la Rosa. 


Pleno de júbilo y desbordante de gozo me acerco a ti, Oh Cruz Excelsa. A ti, que eres dádiva del Supremo por la que todo vibra. A ti, que eres precursora de Vida por la que todo florece. A ti, que eres la Cruz de los grandes destinos por la que todo alienta. A ti, me acerco ahora, cruz de cruces, cuando yo te reconozco como si fueras mía. 


Yo sé de tu secreto, del Secreto Misterio que te envuelve, porqué has sido plantada en el mundo para atar y ligar, unir y retener cuantas cosas son mutables sobre la tierra. 


Tú elevas tu cabeza hacia el Cielo, infinito, azul y profundo, como símbolo eterno del Logos celestial, del Logos Aureo, que es la base suprema de todo cuanto existe. 


Tu recto travesaño, se adelanta hacia el mundo semejando dos brazos, dos manos poderosas que avanzan tendidas a la diestra y siniestra, para ahuyentar enemigos, aunando en un solo abrazo a todos los peregrinos dispersos y aislados. 


Tu pie está sumergido en la tierra profunda buscando lo más hondo, como si quisieras elevar a todos los que están lejos de ti. A los que yacen bajo el suelo inmundo y a los que están aprisionados en las frías regiones donde no vá la Luz. Como si tuvieras un afán inmutable de enlazar a todos en la ciudad Eterna. 


Oh, tú Cruz heroica, Cruz de la magnificencia, erigida por Dios sobre la Gran Altura, para dar a los hombres la Paz eterna que ha de ser su salvación. 


Oh, tú Cruz enhiesta, envidiable trofeo en la batalla del Cristo, arma temible para vencer a tantos enemigos perversos. 


Oh, tú Cruz prodigiosa, árbol sagrado de Vida, cuyas raíces profundizan la tierra para que el fruto florezca en el Cielo. 


Oh, tú Cruz ingente de dulce nombre, de dulce don, símbolo digno de toda alabanza, Vid Sagrada que te inclinas sobre el maestro y en El derramas tus verdes uvas sabrosas en señal de amorosa acogida para el pobre penitente por su confesión y su fe. 


Oh, tú Cruz de la Rosa, divina Rosa-Cruz que conduces a Dios a todos los humildes y puros de sentimiento, que iluminas el Cielo de la Felicidad para todos los ansiosos de vida por medio de la Gnosis y que por el arrepentimiento llevas a la Casa Paterna a todos los perdidos en la negra noche sin límite y a los que erraron temblorosos el camino. 


Sólo en ti, Magnificencia del Mundo, radica nuestra Gloria y está nuestra salvación. 


IEOUA IEOUA IEOUA  


Acólito: Amén, Amén, Amén. 


Ahora el sacerdote se vuelve hacia los fieles, un poco retirado hacia su lado derecho y lee la Mística cena. 


Y entonces Jesús entonó el himno de la Alabanza en loor del Misterio del Gran Nombre y habló de este modo a sus discípulos: 


Acercaos, venid a mí. Y ellos obedeciendo se acercaron al Maestro. El se dirigió entonces a los cuatro puntos cardinales del Mundo y pronunciando el Gran Nombre sobre sus cabezas, les bendijo y dio Luz a sus ojos para que vieran. 


Entonces díjoles Jesús: Mirad hacia arriba y decid cuanto veáis. Y ellos alzaron su estática mirada advirtiendo una grande y poderosa Luz, la que ningún habitante de la Tierra podría describir. 


El les habló de nuevo: Apartad la vista de la grandiosidad de esta Luz y decidme que veis ahora. Ellos entonces le respondieron diciendo: Vemos fuego, y agua, y vino y sangre. 


Jesús habló: En verdad, en verdad os digo, que no he traído al mundo cuando vine, sino fuego y agua, vino y sangre. He llevado el fuego y el agua de la Luz de las luces, al reino de la Luz, y he tomado el vino y la sangre del lugar de Barbelos. Mas después de un instante, mi Padre me envió al Espíritu Santo en forma de Paloma. El fuego, el agua y el vino, fueron para limpieza y purificación de todos los pecados. La Sangre en cambio, circula en mí, como símbolo del cuerpo humano que he recibido en el lugar de Barbelos, de la Gran Fuerza del Dios Invisible. El Espíritu como Fuego Sagrado, va al encuentro de todas las almas, para llevarlas al lugar de la Luz. Por eso os he dicho: He venido para arrojar fuego sobre la Tierra, porque he venido para limpiar con Fuego los pecados de los hombres. Por esto dije también a la Samaritana: si tú conocieras el don de Dios y quién es el que te dice Dame de Beber, entonces le rogarías y él te daría Agua Viva, la que produce un manantial fecundo hasta la vida eterna. 


He aquí porqué, tomé un jarro de vino, lo bendije y lo di a vosotros diciendo: Esta es la Sangre de la Alianza, la que será derramada por vosotros para vuestra redención. Y por esto en mi costado se clavó aquella lanza que hizo brotar agua y sangre. 


Entonces dijo Jesús a sus discípulos: traedme fuego y ramas de vid. Cumplido esto, preparó la ofrenda, el Sacrificio. Y colocó dos cántaros, uno a la derecha y otro a la izquierda. Puso la ofrenda delante de sí y colocó un jarro de agua delante del cántaro de vino y a la izquierda panes, según el número de sus discípulos, en medio de los jarros. Luego puso un jarro de agua detrás de los panes. Jesús estaba de pie frente a la ofrenda e hizo poner a sus discípulos tras de sí. En su mano estaba el Número del Padre del Tesoro de la Luz. 


Y Jesús dijo en Voz Alta: (todos los participantes se arrodillan) Escúchame Oh Padre amoroso, padre de toda paternidad en la Luz. 


IAO IAO IAO IAO IAO IAO 


Acólitos: Amén, Amén, Amén. 


Sacerdote: Escúchame Oh Padre amoroso. Padre de toda Paternidad. Te llamo en persona. Os llamo también a vosotros Espíritus Celestes. A vosotros que perdonáis los pecados. A vosotros que purificáis las malas acciones. Perdonad los pecados de las almas de estos mis discípulos que me han seguido y purificad todas sus malas acciones haciéndolas dignas de que sean tomadas en cuenta para el Reino de mi Padre, del Padre del Tesoro de la Luz.


Ahora tú, oh Padre de toda paternidad, haz que desciendan todas aquellas Potestades Angélicas, cuando yo os invoco, oíd: Perdonad los pecados de estas almas, purificándolas de sus malas acciones.


Quieren ser dignos de ser tomados en cuenta en el Reino de mi Padre del Tesoro de la Luz. Porque yo conozco vuestras fuerzas poderosas y ahora las invoco. 


Tú, Padre Celestial, acoge la plegaria de todos para que tú también perdones sus pecados y las malas acciones, que a sabiendas y en ignorancia, han sido cometidos hasta hoy, para que se hagan dignos de recibir este Excelso Sacrificio, Padre Santo. 


Pero si Tú, Oh Padre, me has escuchado y has perdonado en verdad los pecados de estas almas y purificado todas sus acciones haciéndolas dignas de tu Reino de la Luz dadme pues una señal en este instante bendito de mi Ofrenda (Se hace una pausa). 


Y Jesús dijo: Alegraos, llenaos de júbilo porque vuestros pecados han sido perdonados, purificadas vuestras malas acciones y habéis sido tomados en cuenta para el Reino de mi Padre. 


Todos: Amén. 


Todos se levantan. Sube al Altar, los acólitos se acercan al oficiante, siempre uno a cada lado. Entonces el Sacerdote extiende las palmas de las manos sobre el pan y luego el vino, que se encuentran delante y dice: 


Despierta Luz Misteriosa. Asciende Logos Divino. Dilátate sublime Energía de los Cielos y vivifica. Oh Prodigiosa Substancia Crística, este pan (o este vino) donde moras Tú que eres el cuerpo del Salvador (o eres la Sangre del Redentor). 


Esta fórmula se repite de igual forma y cuantas veces sea preciso consagrar Pan y Vino, pronunciando al final de cada una el Mantram correspondiendo a la Estación. 


Luego el Sacerdote acompañado de los Acólitos, va hacia el Altar de la derecha y consagra el Pan. Terminan y vuelven deteniéndose para una reverencia de cabeza en mitad del Altar Principal y sigue hacia el de la izquierda para consagrar el Vino. 


Regresan al Altar principal. Acólitos y concurrentes, se ponen de rodillas. Toma la Eucaristía el Sacerdote (Pan y Vino); la ofrece luego a los dos Acólitos y, por último, a los dos hermanos más caracterizados, quienes, después de haber terminado, tomarán cada uno por un extremo un paño o lienzo blanco de tres, cuatro o más metros y lo colocan en sentido vertical para simular una baranda (si no la hay) a donde se irán acercando poco a poco todos los participantes de rodillas. 


El Acólito de la derecha toma las bandejas de Pan. El de la izquierda, un jarro de Vino del que irá vertiendo a medida que sea preciso, en el cáliz que llevará el sacerdote en la mano izquierda. Ofrece el Pan, primero a cuantos se hayan acercado al paño o lienzo. Sin que ninguno se levante, torna a ofrecerles el Vino, finalizando con el Acto de Sellar. Recibiéndose este sello de la Santa Cruz, van levantándose para dejar cada uno su lugar a otros participantes. 



Fórmula para la distribución. 


Recibe y acepta humildemente este Pan que es el Cuerpo de tu Salvador y Redentor. 


Recibe y toma de este Vino que es la Sangre de tu Señor ofrendada para la salvación del mundo. 


Cuando ya se ha dado el Vino, el sacerdote coloca la mano derecha extendida, sin posarla, sobre la cabeza del que recibe, diciendo: 


Que te fortalezcas y te conserves para la Vida Eterna, recibiendo la Santa Unción del Tesoro de la Luz. 


Acto seguido, se completa la Acción de Sellar, diciendo: 


Recibe el sello de la Santa Cruz (que debe hacerse con el dedo pulgar) sobre la boca (+) y sobre el cuello (+) en señal de que eres considerado digno (o digna) de la sublime herencia de los Santos de la Luz. 


Habiendo terminado, regresan todos al Altar principal y los hermanos auxiliares recogen el paño. 


Todos se ponen de rodillas. El sacerdote levanta sus manos a la altura de los hombros y recita la siguiente Acción de Gracias: 


Ven, desciende, acércate a nosotros, sublime nombre de Cristo, noble y excelso poder pleno de infinita gracia, altísimo don de los Cielos. 


Y tú también, Madre de Gracia, pura Esposa del más casto Esposo, cuya mano en misterio descorre el velo de lo Oculto y eres la Madre de las siete Casas. 


Ven, desciende, acércate tú que permaneces plácida en tu destierro y aunque fuiste antes que los cinco senderos del Espíritu, las cinco vías de pensamiento, sentimiento, reflexión, razonamiento y juicio. Comparte tu poder con aquél que ha nacido más tarde. 


Ven, santa Orden y que tu augusto dedo toque suavemente nuestra espada y se pose en la llama de nuestro corazón. 


Ven altísimo don de los Cielos, lleno de infinita Gracia. Desciende, Tú que guardas el sublime Secreto del Elegido. Tú que compartes cada batalla con el héroe más hidalgo. Tú, que hablas de poder y de grandeza y revelas el Misterio. Ven, desciende y descúbrenos tu Magia Divina. 


Ven, Santa Paloma, alado Espíritu, Madre de los Gemelos. Ven, Madre Oculta, que solamente por tus obras te manifiestas. Ven, dadora de la alegría que circundas de júbilo a todos los que te siguen. 


Ven y participa de esta acción de gracias que te ofrecemos en la Eucaristía y reparte tus sagrados dones entre los que celebran esta fiesta de Amor a la que ha convocado tu mágico y callado verbo. 


Todos: Amén. 


Los concurrentes se ponen de pie. El Sacerdote sigue recitando la siguiente acción de Gracias a la Luz: 


Luz de luces, faro intenso de majestad infinita. Te quiero ensalzar, porque ambiciono llegar a ti. Yo te quiero alabar, porque fuiste la Antorcha que me sacó del caos. Te quiero absorber porque me distes tu blanca llama y ella fue mi salvación. Como creí en ella, a nada temeré si te tengo por guía. 


Porque fue la corona que circundó mi mente, jamás me apartaré de ti aunque me acechen todas las pasiones, aunque todas las tentaciones me combatan. En ti estaré y viviré porque tú, oh Luz, moras en mí y yo estoy dentro de tu blanca llama. 


Quiero agradecerle al Señor porque es mi Dios. 


No me abandones Señor, que eres mi esperanza. Tú me has dado tu Reino generosamente y he sido salvado por ti. Eres tú quien nimba mi cerebro con áurea diadema y nunca de ti desertaré. Eres quien decora mi pecho con fuerte escudo y nunca penetrará el mal. 


Eres tú quien florece en mi vida como árbol sagrado y nunca ha de faltarme la salud. Porque brotas, reverdeces y me entregas tus frutos que son maduros en la perfección mediante tu poder. Porque tú me has quitado los lazos de las tinieblas y me has hecho volver hacia ti. 


Tú has venido sonriente a mi lado y tu dulce semblante me ha inundado de bondad. Tú has puesto tus antorchas en mi diestra y siniestra para que no quedase un lado sin luz. Tú has prestado a mi sombra tu gracia. Me has dado la mano con ternura infinita y la maldad y el error se apartaron de mí. Y aunque fui fortalecido en tu Verdad y puro en tu Justicia, me has dado la ventura de tu reposo eterno. 


De ti tengo el poder de desatar los lazos porque maté mis serpientes y mis malas semillas y en todo lugar me rodea tu nombre porque he destruido la maldad, tú has allanado el camino para tus fieles servidores. Porque tu sendero se ha hecho indestructible y tu faz refulgente para siempre. Porque has edificado un Reino y preparado una Santa Morada para todos tus elegidos.


IAO IAO IAO 


Todos: Amén, Amén, Amén. 


Los asistentes levantan las manos hacia el Cielo. El Sacerdote cruza las suyas sobre el pecho y canta el Te Deum latino hasta el versículo del Sanctus inclusive. A falta de cantores o de esta Obra con música apropiada puede recitarse lo siguiente: 



A ti, Señor, alabamos. 

Y en ti, Señor, confiamos. 

A ti, Padre Omnipotente, 

Va nuestro Amor reverente, 

Porque en todo te adoramos. 


Santo, Santo, Santo, claman 

las criaturas que te aman, 

y Señor de Sabaoth 

con dulce y mística voz 

los Querubines te proclaman. 


Terminado este cántico, todos se colocan de rodillas. El Sacerdote se vuelve hacia los fieles y ofrece la bendición Aarónica (las manos a la altura de los hombros con las palmas hacia fuera) con estas palabras: 


Recibid todos esta bendición del Gran Nombre. 


Todos inclinándose: Amén. 



Del Libro Las Enseñanzas de la Antigua Fraternidad Rosacruz

Dr Arnoldo Krum Heller (Maestro Huiracocha)