sábado, 29 de noviembre de 2014

Lección 18 (Fama Fraternitatis I)


Paz, Tolerancia y Verdad


En negrita el Texto de la Fama traducción de los editores Muñoz Moya y Montraveta, en rojo los comentarios de Aralba.

Cassel, Alemania, 1614

Conocemos que tanto la Fama como la Confessio son obras anónimas creadas por diversos autores que debían de vivir, si no en Cassel donde fueron editadas originalmente, sí en algún cercano lugar dentro de la Alemania de la época. 

En ámbitos históricos se habla de un grupito generacional de intelectuales e impresores que habrían tenido relación con la Universidad de Tubingia y entre los que se habrían encontrado, tanto su natural Valentín Andreae (1586-1654), pastor luterano y autor confeso de "Las Bodas Químicas de Christian Rosentkreutz”, como Tobías Hess (1558-1614), abogado discípulo de Simón Studión y Christopher Besold  (1577-1638) jurista e impresor. 
       
A los regentes, a las órdenes y a los hombres de ciencia de Europa.

Como manifiesto de reforma universal, que pretende ser, se dirige a los diversos gobernantes de Europa y a las instituciones religiosas, separadas y enfrentadas tras la Reforma Protestante, así como a los testarudos científicos de la época.

Nosotros, hermanos de la fraternidad de la Rosa Cruz, dispensamos nuestras oraciones, otorgamos nuestro amor y saludamos cortésmente a todos los que lean nuestra Fama con una intención Cristiana.

En este primer párrafo se nos constata que quienes publican el manifiesto son perfectísimos cristianos y que a quienes se dirigen es a la cristiandad. Habla de oraciones no de rezos, lo que testimonia su procedencia reformista. Quiero entrever en las palabras: "Nosotros, hermanos de la fraternidad de la Rosa Cruz", si no su verdadera existencia, al menos la oculta intención de realizarla en un breve plazo de tiempo.

Durante estos últimos tiempos, por la sabiduría de sus designios y en su gracia singular, Dios ha derramado la bondad de sus dones sobre el género humano con tanta prodigalidad que el conocimiento de la naturaleza, así como el de su Hijo, no ha cesado de aumentar, por lo que podemos enorgullecernos de los tiempos felices que vivimos.

La prodigalidad, en la Fama, de su referencia continua a Dios creemos que es suficiente como para determinar que, la Rosa Cruz, existente o que se pretendiera instaurar, no era en absoluto laica, sino eminentemente religiosa. Se habla de la Naturaleza y de su Hijo y si somos avispados y conocemos algo del protestantismo surgido de la Reforma, entenderemos el por qué el Autor intenta evitar el nombre de María la madre de Jesús, tan idolatrada por el catolicismo; dado que María para los reformistas ocupaba tan solo el simple papel de progenitora, del cuerpo del Salvador,  el Hijo del que habla la Fama; de ahí el poner a la Naturaleza como su Madre. Con mucha probabilidad, este hecho influiría en el filósofo Baruch Spinoza (1632-1677) en Amsterdan, para el que, dentro de su Panteismo, la Naturaleza ocupaba un papel fundamental.

No solo ha sido descubierta la mitad del mundo desconocido y oculto, sino que el Señor también nos ha procurado innumerables obras y criaturas naturales extrañas y desconocidas hasta ahora. Ha favorecido el nacimiento de espíritus de gran sabiduría cuya misión fue la de restablecer la dignidad del arte parcialmente manchado  imperfecto, para que el hombre acabe comprendiendo la nobleza y magnificencia que le son propias, su carácter de microcosmos, y la profundidad con que este arte suyo puede penetrar la naturaleza.

Como hemos dicho en infinidad de ocasiones, la Fama es digno fruto de su época; dado el periodo de transición entre el pasado Renacimiento y el de la futura Ilustración. Es en este siglo cuando, tras la invención de la Imprenta, se comienza a divulgar no solo el conocimiento antiguo de los monasterios, disponible gracias a la escisión del cristianismo protestante, sino también el nuevo derivado de los descubrimientos de científicos y exploradores que, en la mayoría de las ocasiones, fueron perseguidos por la Iglesia de Roma. Se hace mención del Hombre como microcosmos como una Entidad plena; pero indisolublemente unida a la Naturaleza de donde procede. 

Pero todo ello es considerado por la frivolidad del mundo como cosa de escasa utilidad. Las calumnias y las burlas no cesan de crecer. Los hombres de ciencia se encuentran imbuidos de una arrogancia y un orgullo tales que se niegan a reunirse para hacer un cómputo de las innumerables revelaciones con las que Dios ha gratificado los tiempos que vivimos mediante el libro de la naturaleza o la regla de todas las artes. Cada grupo combate a los otros basándose en los antiguos dogmas, y, en vez de la luz clara y manifiesta, prefiere al Papa, a Aristóteles, a Galeno y a todo lo que se parece a una colección de leyes e instrucciones cuando, sin ninguna duda, estos mismos autores tendrían sumo gusto en revisar sus conocimientos si vivieran. Sin embargo, nadie está a la altura de tan elevadas palabras y el antiguo enemigo, pese a la fuerte oposición de la verdad en teología, en física y en matemáticas, manifiesta abundantemente su astucia y su rabia entorpeciendo una evolución tan hermosa mediante el espíritu de fanáticos y vagabundos. Nuestro difunto padre, Fr. C.R., espíritu religioso, elevado, altamente iluminado, alemán, jefe y fundador de nuestra fraternidad, consagró esfuerzos intensos y prolongados al proyecto de una reforma universal. La miseria obligó a sus padres, aun siendo nobles, a ponerlo en el convento a la edad de cuatro años. Allí adquirió un conocimiento conveniente de dos lenguas: latín y griego. También vio colmadas sus incesantes súplicas y plegarias en la flor de su juventud: fue confiado a un hermano, P. al que había hecho el voto de ir en peregrinación al Santo Sepulcro. Aunque este hermano no viese Jerusalén, pues murió en Chipre, nuestro Fr. C.R. no retrocedió; por el contrario se embarcó para Damcar con la intención de visitar Jerusalén partiendo de esta ciudad.

Se critica abiertamente la cerrazón de los intelectuales de la época para admitir que se estaba produciendo un cambio de paradigma y que los antiguos conocimientos legados del pasado deberían ser, como mínimo, revisados. Como sucede siempre, la vanidad del supuesto conocimiento nos convierte en refractarios a reconocer que lo mucho que aprendimos, durante nuestra juventud, pudiera encontrarse equivocado. Cuando aquí se habla del Libro de la Naturaleza y de la Regla de todas las artes no se está tratando de algún verdadero libro impreso sino del estudio de la Naturaleza, de todo lo que nos rodea, incluyéndonos a nosotros mismos como humanos, y a un método lógico para su estudio y que con el paso del tiempo sería conocido como Método Científico.

Criticando la falta de comunicación de, no ya solo entre las diversas especialidades científicas, sino de los mismos científicos entre sí que guardarían, de una forma un tanto egoísta, sus conocimientos para ser considerados como imprescindibles; la Fama está promoviendo, de algún modo, o instando a la formación de congresos interdisciplinares con el fin de que pudiera existir un flujo continuo de conocimiento que pudiera, a modo de Tormenta de Ideas, transformar la Ciencia de un modo como nunca en el pasado había sucedido antes.

Cuando habla de algunas mentes insignes del pasado, está mostrándonos la arrogancia de las gentes que vivieron en la época de la Fama y dándonos a entender que los verdaderos científicos no deberían dar nada por sentado y definitivo, sino que hay que mantener la mente abierta, de forma inteligente como los antiguos hicieron ante sus nuevos conocimientos y evidencias. También encontramos una connotación nacionalista cuando subraya, de contínuo, la procedencia alemana de su fundador.

Es evidente que cuando habla del Enemigo se refiere a Satanás, dada la condición puramente Cristiana y Protestante de los manifiestos rosacruces.

Es muy probable que aun no siendo evidente, de forma histórica, la existencia de un tal C.R., la historia que nos relata la Fama, respecto al Fundador de la Orden, esté basada en alguna antigua tradición de la zona de Turingia, según se encuentra en la Wikipedia:

“Según Maurice Magre (1877–1941) en su libro Los nuevos magos (Magiciens et Illuminés), Christian Rosenkreuz habría sido el último descendiente de los Germelshausen, una familia alemana que floreció en el siglo XIII. Su castillo se erigía en el bosque de Turingia, en la frontera de Hesse, y se habían acogido al catarismo (doctrinas que combinaban creencias gnósticas y cristianas). Toda la familia fue ejecutada por el Landgrave Conrad de Turingia excepto el hijo pequeño, que sólo tenía 5 años de edad. Se lo llevó secretamente un monje adepto albigense de Languedoc. El niño fue trasladado a un monasterio que ya había caído bajo la influencia de los albigenses, donde fue educado y conoció a los cuatro hermanos que más tarde se asociarían con él en la fundación de la Hermandad Rosacruz. Su relato está basado en la tradición oral.”

Como Ya hemos dicho, de forma repetida, el nombre de cátaros adjudicado a los herejes mencionados en el párrafo anterior es algo absolutamente erróneo; dado que dicha denominación era una especie de insulto creado por sus propios enemigos. En este caso, preferiríamos denominarlos como albigenses, por su localización o simplemente herejes o gnósticos cristianos por su condición de evangélicos primitivos y de procedencia oriental.

La mayor parte de estos conceptos erróneos, como la procedencia mítica de la masonería, la exagerada importancia mística del Temple o la errónea denominación de los gnósticos cristianos quemados en el Languedoc, fueron elaborados en el siglo XVIII por estudiosos ocultistas mal informados, mediante informes inquisitoriales poco fidedignos, nada escrupulosos y con una exagerada imaginación.

La Reforma Universal de la que se nos habla, no es otra cosa que el cambio de paradigma que sufriría el mundo occidental en el siguiente siglo y que provocaría un salto inmenso para la humanidad así como el advenimiento de la Ciencia que hoy conocemos junto con su tecnología; cambiando así, para siempre la forma de vivir de los seres humanos y el modo de comunicarnos entre sí.

También comienza, en este largo párrafo, la narración del prolongado viaje del Fundador de la Rosa Cruz, haciéndolo ir por todo el oriente y recogiendo de allí todo el conocimiento que Europa había perdido en el oscurantismo religioso de la prolongada Edad Media para traerlo de vuelta a su lugar de origen. En realidad se trata de una profunda metáfora en la que se nos indica, ya iremos viendo, que a pesar de que la cuna de la Tradición de Europa fuesen Grecia y Roma; sin embargo, tuvo que venir de retorno mediante la Cultura Árabe, la que en aquella época había dado cobijo a las obras de los grandes filósofos griegos y romanos.

Durante el tiempo en que se vio obligado a prolongar su estancia en Chipre obligado por el cansancio, ganó el favor de los turcos gracias a su experiencia no despreciable en el arte de curar. Por azar oyó hablar de los sabios de Damcar en Arabia, de las maravillas que eran capaces de realizar y de las revelaciones que les habían sido hechas sobre la naturaleza entera.

Es la primera vez que la Fama menciona la naturaleza de médico de C.R., vital y necesaria en las próximas páginas de la Fama; dada la profesión que vendrían a tener sus discípulos y herederos como médicos, cuya principal misión encomendada, para con sus congéneres, habría sido la de curar a los enfermos.

Europa hasta el Renacimiento se había encontrado, culturalmente, en tinieblas y lo único que existía para sus habitantes era la omnipresente Religión Católica que mantenía a las gentes atadas con las cadenas de la ignorancia y de la superstición, luego parecía bastante obvio que las nuevas gentes, de su siglo, representadas por el frater C.R., con un gran hambre de conocimiento fuesen irresistiblemente atraídos por el depósito de sabiduría contenido en la Cultura Árabe de la Época y que alumbraría la época del Renacimiento, al que pertenecieron tan grandes personajes de la Historia, tomados a partir del Siglo XVIII por los estudiosos ocultistas como rosacruces, y que en esta Obra, La Fama, son plenamente representados por C.R., el mítico fundador de la mítica Fraternidad.

Continuará...

En L:.V:.X:. Luz, Verdad y Amor; que las Rosas del Alma florezcan majestuosas sobre la Cruz de vuestro Cuerpo material.

Aralba