domingo, 30 de noviembre de 2014

Lección 19 (Fama Fraternitatis II)


Paz, Tolerancia y Verdad


En negrita el Texto de la Fama traducción de los editores Muñoz Moya y Montraveta, en rojo las indicaciones de Aralba. Hemos cortado los grandes párrafos para introducir los comentarios.

Recordemos que nuestro Protagonista, C.R., había oído rumores respecto a la sabiduría que moraba en la mítica Ciudad de Damcar.

Este rumor encendió el noble y elevado espíritu de Fr. R.C., que pensó entonces menos en Jerusalén que en Damcar. No pudiendo contener sus deseos se puso al servicio de señores árabes quienes, mediante una cierta cantidad, deberían conducirlo a Damcar. Cuando llegó solo tenía 16 años aunque era un mozo fornido, de raza alemana.

Quisiéramos que nos centrásemos en un pequeño detalle: Recordemos que se había comprometido para viajar en peregrinación a Jerusalén y sin embargo cambia de opinión y pone, en sus preferencias, el conocimiento de los sabios árabes. Esto es así porque el rosacrucismo no se cimienta sobre la tradición judía sino en la neoplatónica que tan bien supieron salvaguardar los dirigentes árabes del pasado. También es importante que nos fijemos en la edad 16 años: La búsqueda de la Unidad, el 1 por parte del Hombre espiritual el seis y que una vez encontrada, el resultado sería la Perfección del (7); dado que 1+6=7

Si creemos su propio testimonio, los sabios no lo acogieron como a un extranjero sino como a alguien cuya llegada esperaban desde hacía mucho tiempo. Le llamaron por su nombre y ante su sorpresa constantemente renovada, le mostraron que conocía numerosos secretos del convento donde había estado.

Este párrafo nos muestra, nítidamente, lo mítica que es la literatura de la Fama, dado que el concepto de alguien que no conoces te espera, conoce tu nombre y hasta el resto de tu vida anterior es una argucia literaria que ha venido utilizándose desde siempre. Aquí, evidentemente nos quiere dar a entender que en Damcar el Fr. R.C. viene a encontrarse con la misión que el Destino le tiene preparado.

En contacto con ellos se perfeccionó en lengua árabe hasta el punto que pudo traducir en buen latín al cabo de un año el libro M, que posteriormente conservó. Allí adquirió sus conocimientos de física y de matemáticas por los que sería justo que el mundo se felicitase si hubiera más amor y la envidia fuera menos grande.

El Libro M o Liber Mundi es un símbolo del conocimiento renacentista, clásico y universal, que los sabios de aquellos siglos supieron recuperar para Occidente de manos de los custodios de Oriente. En realidad, se podría decir que nuestro C.R. aprendió las reglas de la Ciencia, la Física y las matemáticas de los antiguos magos y astrólogos árabes.

Tras una estancia de tres años tomó el camino de vuelta y, provisto de buenos salvoconductos, franqueó el golfo arábigo, se detuvo en Egipto el tiempo justo para perfeccionar sus observaciones de la flora y de las criaturas, a continuación atravesó el Mediterráneo en todos  los sentidos y, finalmente, llegó a Fez. ¿No debemos sentir vergüenza ante estos sabios que viven tan lejos de nosotros? Desprecian los escritos difamatorios y su armonía es perfecta; más aún: revelan y confían sus secretos graciosamente y con buena voluntad.

La estancia de tres años es importante, dado que el 3, el Delta divino, representa lo justo y perfecto, la unidad reflejada en la dualidad. La divinidad meciéndose en la materia. Tiempo simbólico más que suficiente para que nuestro, ahora científico, pueda parar en las tierras aledañas al rio Nilo para estudiar su fauna y su flora de un modo nada fantástico sino del modo que lo haría hoy en día cualquier naturalista. Vuelve a quejarse de ese ocultismo impropio que subsiste en su Europa Natal y donde quizá solo se trate de una rémora del pasado obscurantista del medioevo, donde todo lo que fuese conocimiento podía ser tachado de herejía.

Los árabes y los africanos se reúnen cada año para examinar las diferentes artes, para saber si se han hecho descubrimientos mejores y para averiguar si las hipótesis han sido despreciadas por la experiencia. Los frutos que cada año producen estas discusiones sirven al progreso de las matemáticas, de la física y de la magia, que son las especialidades de la gente de Fez.

C.R. no se conforma con quejarse, sino que muestra cómo podría solucionarse ese obscurantismo: Mediante grandes encuentros de los hombres sabios. Algo a lo que hoy podríamos denominar como grandes congresos mundiales, donde los científicos, mediante conferencias, muestran a sus colegas los últimos descubrimientos e hipótesis de trabajo.

Hoy no faltan en Alemania los hombres de ciencia: magos, cabalistas, médicos, filósofos. ¡Dios quiera que deseen actuar por amor al prójimo y que la gran mayoría no desee acapararlo todo para sí! En Fez tomó contacto con los que suelen llamarse los habitantes elementales, quienes le confiaron numerosos secretos.

Bien, en los libros de la época se menciona de continuo el nombre de Magia; pero es importante que se sepa que el Concepto de Magia y Mago del pasado es idéntico al de Ciencia y Científico de hoy en día, dado que la verdadera Magia lo que perseguía era robarle sus secretos a la Naturaleza.

Si entre nosotros los alemanes, reinase un entendimiento parecido y si nuestras averiguaciones se caracterizaran por la mayor seriedad posible, podríamos igualmente poner en común una parte de nuestro saber.

Desde aquí, ya les voy diciendo que se olviden de cualquier tipo de hechicería y que aquí no tiene cabida.

Sospechó a menudo que la magia de los habitantes de Fez no era enteramente pura y que su religión también había mancillado la cábala (tradición). Sin embargo supo sacar de ello un gran provecho, que afirmó aún más su fe en la presencia concordante de la armonía en el universo, armonía que marcó con su sello maravilloso periodis seculorum. Llegó a la hermosa síntesis siguiente: Al igual que cualquier semilla contiene por entero el árbol o el fruto que aparecerá dichosamente en el momento oportuno, el microcosmos encierra íntegro al gran número. La religión, la política, la salud, los miembros, la naturaleza, la lengua, la palabra y los actos del microcosmos están en acuerdo musical y melódico con Dios, con los cielos y con la tierra. Todo lo que contradice esta tesis es error, falsedad, obra del diablo, causa última y primer instrumento de la confusión, la ceguera y la necedad de este mundo.

Aquí, los creadores de la Fama nos vuelven a mostrar su verdadera racionalidad, dado que nos indica que su Personaje encontró en Marruecos una Magia imperfecta y probablemente mancillada; es decir se había dado de cara con la hechicería que invoca a los elementales para traer algún tipo de provecho a los supuestos magos y eso, de algún modo, C.R. lo condena por perversión. No obstante como él dice, con sus propias palabra, de todo se puede sacar algún provecho, observa y no desmerece el trabajo, aunque fuese imperfecto, de sus anfitriones.

El Sello que nos menciona, periodis seculorum, traducido como Periodos Edades, es el descubrimiento del movimiento cíclico y armónico de todo lo que existe en el Mundo; vamos que no es otra cosa que un movimiento continuo que se va repitiendo por cortas edades en el trasfondo de grandes periodos cósmicos.

Dentro de ese contexto, comprende que el microcosmos, el Ser viviente, no es otra cosa que una semilla cósmica que contiene en su interior, en forma germinal, todo el Mundo, el Cosmos completo. Esto no es otra cosa que la constatación de la parábola evangélica del grano de mostaza y de la levadura.

Mateo 13 (31-33)
31 Les contó otra parábola: «El reino de los cielos es como un grano de mostaza que un hombre sembró en su campo. 32 Aunque es la más pequeña de todas las semillas, cuando crece es la más grande de las hortalizas y se convierte en árbol, de modo que vienen las aves y anidan en sus ramas. 33 Les contó otra parábola más: «El reino de los cielos es como la levadura que una mujer tomó y mezcló en una gran cantidad de harina, hasta que fermentó toda la masa.»

Aquí también nos hace mención de la naturaleza vibratoria del Universo, dado que nos indica que todo en la naturaleza posee un tinte armonioso y musical. De algún modo nos viene a indicar que todo está vibrando en armonía con la música de las esferas. Lo que hoy podríamos llamar electromagnetismo.

Vuelve a hacer mención, esta vez nombrándolo sin ambages, al Diablo, el separador y que la cristiandad de la época tomaba como un Ser Real y contrario al Dios Creador. En realidad el Diablo no es otra cosa que la fuerza centrífuga, de la Creación,  que intenta separar todas las cosas  en contraposición de la Fuerza Centrípeta del Amor que la naturaleza de la Mente Universal atrae, por pura inercia, hacia su centro cósmico. Una cosa es cierta, si esas dos fuerzas no existieran y no compitiesen entre sí, la Naturaleza y todo lo que en ella y por ella existe no podría ser. Como si de un gigantesco huracán se tratase, todo lo que existe se produciría en el vórtice interior, a modo de isla de vida, de la tormenta producida por el encontronazo de las fuerzas centrífuga (Hacia fuera) y centrípeta (Hacia dentro). Nada material, como lo conocemos, sería factible dentro de una sola de dichas fuerzas sin la participación de su contraria.

En el fondo C.R. Nos indica que para estar en sintonía con el Creador, con la Verdad, debemos sintonizarnos con la Fuerza Centrípeta del Amor y evitar la Fuerza Centrífuga de la desunión y que está ejemplificada en el Odio, la Falsedad, lo contrario del Amor.

Continuará...

En L:.V:.X:. Luz, Verdad y Amor; que las Rosas del Alma florezcan majestuosas sobre la Cruz de vuestro Cuerpo material.

Aralba